

La idea original era hacer el Sendero de Marcos y Corderos, pero estaba cerrado por obras. Sobre la marcha y de manera improvisada cambiamos los planes y decidimos hacer el sendero del Cubo de La Galga.
Al llegar al inicio del camino, en el aparcamiento del centro de visitantes, comenzó a llover copiosamente, así que tuvimos que esperar dentro del coche a que escampara.
Unos 45 minutos después pudimos comenzar a caminar.
El inicio del sendero estuvo marcado por la lluvia. Caminamos por una estrecha carretera asfaltada por la que está prohibida la circulación de vehiculos. Sin embargo, el paisaje que rodea a esta carretera es totalmente selvático. Una inmensa y tupida masa forestal tapiza el terreno alrededor.
La carretera discurre por el fondo de un profundo barranco, y de forma bastante sutil se convierte en una pista de tierra, y finalmente en un sendero.
No dejamos de maravillarnos con la cantidad de helechos, tilos y otras especies propias de la laurisilva. No en vano, esta zona fue declarada reserva de la biosfera por la Unesco en el año 1983. Una de las primeras con este título en España, y es que este bosque de laurisilva es el testimonio del paisaje que un día fue predominante en el planeta, allá por el periodo terciario hace varios millones de años. Estos bosques poco a poco fueron desapareciendo hasta que en la actualidad quedan apenas un puñado de zonas en las que disfrutar de esta maravilla natural.

Es todo un privilegio tener la posibilidad de viajar en el tiempo adentrándose entre el verdor intenso y el trinar de los pinzones.
La lluvia remite o algunos claros entre las nubes dejan que los rayos de sol se cuelen entre la tupida cúpula verde.
Durante el recorrido hay varias canalizaciones de agua, que es uno de los bienes más preciados de la isla por su escasez. El agua aparece por doquier, filtrada durante meses por las descomunales paredes rocosas y es recogida por acequias y canales para el consumo local y la agricultura.

Pasamos por debajo de un puente de piedra tapizado de musgo verde y llegamos a una bifurcación. Tomamos el camino de la derecha y seguimos ascendiendo dejándooslas atrás el fondo del barranco. Pronto una rudimentaria barandilla de madera nos protege de la caída al inexorable fondo, casi perdido en la oscuridad entre las paredes pobladas de helechos, zarzas y enredaderas.
El ascenso culmina en el mirador de la Asomada Alta, en el kilómetro 8.5 de la ruta. El mirador cuenta con varias terrazas alfombradas con grava y ofrece cómodos lugares donde descansar. Las vistas desde aquí son espectaculares. Se divisa a un lado la costa, y al otro el paisaje montañoso surcado de profundos barrancos, pero sobre todo, lo que más impacta, es que no hay ni un solo milímetro despoblado de vegetación. El verde se junta con el azul del cielo en un estallido de vida.
Pasamos por debajo de un puente de piedra tapizado de musgo verde y llegamos a una bifurcación. Tomamos el camino de la derecha y seguimos ascendiendo dejándooslas atrás el fondo del barranco. Pronto una rudimentaria barandilla de madera nos protege de la caída al inexorable fondo, casi perdido en la oscuridad entre las paredes pobladas de helechos, zarzas y enredaderas.
El ascenso culmina en el mirador de la Asomada Alta, en el kilómetro 8.5 de la ruta. El mirador cuenta con varias terrazas alfombradas con grava y ofrece cómodos lugares donde descansar. Las vistas desde aquí son espectaculares. Se divisa a un lado la costa, y al otro el paisaje montañoso surcado de profundos barrancos, pero sobre todo, lo que más impacta, es que no hay ni un solo milímetro despoblado de vegetación. El verde se junta con el azul del cielo en un estallido de vida.
Cuando llegamos al coche el sol brillaba a intervalos reverberando sobre el asfalto mojado.
Al final, pese a no estar dentro de nuestros planes, ha sido una fabulosa jornada de senderismo.